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Las borrascas existenciales despiertan tormentas que estuvieron latentes, desapercibidas y en un momento dado se transforman en vendavales que sacuden el interior.

Un alto porcentaje de personas se enfrenta a la zozobra de cuestionar y tratar de hallar respuestas del porqué tiene ciertas actitudes ante la vida, fundadas en el temor y complejos, que con el paso de los años se fueron incubando en el subconsciente.

En psicología existe un concepto que se conoce como efecto del durmiente, el cual consiste en una serie de estímulos e informaciones que no generan un resultado mediático sino tardío; pueden pasar semanas, meses e inclusive años para que el mensaje o experiencia de vida desencadene una serie de pensamientos intrusivos o positivos.

Lo anterior se relaciona   con el bullying o el acoso escolar. Las secuelas de quienes lo padecen en ocasiones no se manifiestan prematuramente, sus perjuicios se transfieren y somatizan en etapas posteriores.

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El término de bullying podría ser anacrónico, observándolo   con una retrospectiva en el tiempo, las generaciones que en su momento fueron niños y adolescentes, crecieron con cicatrices por las conductas y comentarios nocivos que le propinaron sus compañeros, pero todo era paisaje de la cotidianidad educativa.
Sirva de ejemplo la frase de Foucault: “El pez nunca descubre que vive en el agua. De hecho, como vive inmerso en ella, su vida transcurre sin advertir su existencia. De igual forma, una conducta que se normaliza en un ambiente cultural dominante se vuelve invisible”.

En pocas palabras lo experimentaron, pero ignoraban, un tecnicismo que aparecería después en la década de los setenta.  El psicólogo Dan Olweus lo acuñó debido al análisis de estudios sobre el suicidio en adolescentes, con la particularidad que las víctimas estuvieron expuestas a agresiones físicas y verbales.
No obstante, el bullying se materializa en diversos campos sociales, incluyendo la familia, que en vez de ser un escenario generador de confianza, termina siendo un contexto lapidario.

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Existen alrededor de cinco tipos de bullyng: verbal, físico, social o relacional, cyberbullying y carnal. Así las principales consecuencias del bullyng en el desarrollo integral de los individuos son: trastornos emocionales, depresión, ansiedad, pensamientos suicidas, baja autoestima, menor rendimiento académico, trastornos fóbicos, alteraciones en la conducta, dificultades en las interacciones sociales, etcétera.
Las características que se presencian en al acoso poseen factores individuales, interpersonales y grupales, sociales y culturales.

 

En el primero se evidencian personas en función de poder y dominación sobre los demás, en el segundo se establecen jerarquías sociales o necesidad de aprobación y en el tercero se reúnen las condiciones ambientales.
Para concluir, la sociedad en general debería actuar a partir de la diferencia y la empatía. El bullying y el acoso son la prueba fehaciente de la derrota cultural que heredaron las generaciones, sin embargo, es un fenómeno que se amortigua, pero no se extingue.

Es ahí donde es necesario aplicar un lenguaje humano y fraternal, que edifique y no destruya.

 

Jeison López 

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