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Son las 5:45 de la mañana, el sol con una aparición sombría empieza a rayar el alba tímidamente con sus pincelazos anaranjados hasta convertirlos en una tonalidad amarillenta.

Casi al unísono, suenan diferentes alarmas anunciando el despertar, la agonía y la zozobra de un nuevo amanecer.

Por diferencia de segundos, el primer despertador en zumbar es una parte de la melodía de Réquiem de Mozart. Fue un preludio fantasmagórico, anacrónico, pues esta composición clásica en el pasado era utilizada para la misa de los difuntos y el descanso de su alma.

El gerente del banco, aficionado a la música culta, quiso escuchar en vida su último homenaje. Consideraba vanaglorioso el hecho que la disfrutaran los que estaban vivos y no el agasajado. Se levantó de la cama, al son del violonchelo, el órgano y el violín, cogió el cinturón y lo sujetó en las varillas de la reja del patio.

Sin vacilación introdujo el cuello en la correa, el ahogo fue su propio desahogo. La segunda alarma medio despertó a la profesora, en realidad era un protocolo. Llevaba varias semanas en que el peso de los párpados no lograba derrotar el insomnio que la consumía.

Vez tras vez, a rafagazos, los pensamientos intrusivos de abandono y desesperanza hacían eco en su cabeza, como badajos y mazos de campana.

El tercer despertador en emitir sonido trajo a colación una parte de la obra de Turkish March de Beethoven, pero la dulce ingenuidad del estudiante de segundo de primaria la referenciaban con la instrumental de la canción del icónico Chavo del 8. Al salir de la habitación le manifestó a su madre que quería estar solo con un tono irritable y desafiante. Además, expresó sentir fastidioso de realizar actividades que en otro momento disfrutaba.

La última alarma hizo chirriar el despertador compuesto de metal con la madera de la mesa de noche. Ella extrañaba sus años mozos, vitales, cuando preparaba todo lo necesario para enfrentar una nueva jornada laboral.  Luego de su jubilación, al pasar los años, la fascinación y enamoramiento del retiro había llegado a su fin. Se volvió costumbre la soledad, cargada de nostalgia, melancolía y sensaciones de inutilidad.

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Lo anterior, pretende desnudar una problemática de salud pública, la depresión.

Al hablar de ella es inevitable omitir el fenómeno del suicidio; pues cerca de 800.000 personas al año en el mundo deciden terminar su vida, siendo la depresión la causa principal.

En el mundo hay un promedio que indica que alrededor de 350 millones de personas en el mundo padecen de esta enfermedad. En relación a los relatos breves, se perfilaron cuatro personas para mostrar que la depresión no tiene distinción de edad, sexo, género o estrato socio económico.

Hay investigaciones que indican que las mujeres son dos veces más propensas a desarrollar depresión; en los hombres se duplican las estadísticas de suicidio, y las personas que tienen estudios superiores son más dadas a experimentar algún trastorno del estado anímico.

Por otra parte, la Organización Mundial de la Salud, calcula que un 2% de los niños entre 6 y 12 años sufren de depresión y en los adultos mayores se presenta con frecuencia. Generalmente algunos de los síntomas característicos son: diificultad para controlar el sueño, aumento o disminución del apetito, falta de energía, dolores musculares, variación en las palpitaciones, desinterés en actividades que solían propiciar bienestar, atención y concentración reducida, rechazo hacia sí mismo, tristeza persistente, reducción de la autoestima y prever actos de suicidio o autolesión.

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No hay una causa en específico que desencadene la depresión, depende de la posición de cada persona. Es la sumatoria de varios factores; antecedentes depresivos en la familia, acumulación de estrés, situación de desempleo, separaciones, pérdidas, abuso, dependencia de sustancias, sedentarismo y violencia intrafamiliar.

En el contexto local, uno de cada diez colombianos diagnosticados con depresión recibe un tratamiento adecuado, de ellos el 30% de los casos la depresión se vuelve crónica, contribuyendo a la aparición de otras enfermedades.  Se debe agregar que la OMS arrojó que el 4,4% de la población mundial enfrenta la depresión y en Colombia la tasa es del 4,7 %, pasando el promedio global.

Sin embargo, si se compara con los demás países de América Latina, estaría en la décima posición, estando por debajo de: Brasil, Cuba, Paraguay, Chile, Uruguay, Perú, Argentina, Costa Rica y República Dominicana.

Hoy en día, la depresión es considerada como la enfermedad del siglo XXI, debido a que si no se recibe un diagnóstico, tratamiento adecuado y oportuno, puede llevar a las personas a una situación similar a la discapacidad, o en el peor de los casos, ser la causante de muerte.

También desde el punto de vista económico, la OMS planteó que en el mundo se pierde aproximadamente un billón de dólares anuales en productividad, a causa de apatía y la falta de energía. Este trastorno del estado de ánimo no debería ser ajeno a la sociedad, está presente en nuestro círculo laboral, familiar y social.

De hecho, se estima que una de cada cuatro personas tendrá depresión en algún momento de su vida.

La depresión debería de abordarse preventivamente y no de manera asistencialista, realizando ejercicio, cuidando la alimentación, expresando las dificultades, ejecutando actividades que produzcan bienestar, además de tener un buen descanso en el sueño.

Jeison López Londoño

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