Foto: Pixabay
Medellín, así no lo parezca, es uno de los municipios con mayor cantidad de mitos en todo el departamento, arraigados a una identidad cultural que refuerza las bases y creencias de la región.
Los mitos no tienen moraleja, no son una fábula ni un cuento; son una representación de toda una tradición oral que va de generación en generación. Las historias viajan como una necesidad de explicar lo inexplicable y tienen algo en común: todas reconstruyen el pasado de una región.
Foto: cortesía Museo Cementerio de San Pedro
Al nororiente de la ciudad se encuentra uno de los tesoros arquitectónicos más hermosos de Medellín, el Museo Cementerio San Pedro construido en 1842,; los mitos allí no se pueden contar con los dedos de las manos; tal vez por eso hay quienes hurtan los dedos de los ángeles, porque quizá dan buena suerte.
A su vez muchos testimonios abundan en sus pasillos: perros que ladran y aúllan a los ángeles y nunca vuelven; llantos en el pabellón de los niños o que la escultura de “Las tres Marías” de Bernardo Vieco, se mueven en temporada de luna llena.
A pesar de los mitos, el cementerio que comenzó siendo específicamente para la élite de la época, se ha transformado en un museo de reconocimiento cultural que va más allá de las especulaciones o el morbo de la muerte, ahora es una gran insignia en Medellín.
Foto: cortesía Comfama Aranjuez
Por su parte, el Manicomio de Aranjuez, fundado en 1892, también alberga algunos mitos espeluznantes. Cuando los pacientes fueron trasladados al Hospital Mental de Bello en la década de los 60, los gritos en el lugar fueron reemplazados por silencio, telarañas y terror.
En esa época, Comfama había iniciado un proceso de sensibilización a la comunidad para restaurar las ruinas y convertirlo en epicentro cultural. Pero claro, también se convertiría en nicho de historias sin explicación aparente.
Juan Sebastián, guía de Comfama, tomó una foto de la arboleda a las afueras del Manicomio y en ella se ve retratada una mujer vistiendo una túnica blanca. Otro empleado afirma haber visto un sacerdote sin cabeza gritando, además cuentan que, en el segundo piso, una paciente, Carlota, se suicidó, y actualmente se le ve caminando cabizbaja por los pasillos de la edificación. Historias muchas, realidades… no se sabe.
Foto: cortesía Comfenalco
Asimismo, la Casa Barrientos una de las construcciones más antiguas de Medellín y la cual perteneció a una de las familias más ricas y polémicas de la ciudad, acumuló tal vez más mitos que polvo luego que fuera abandonada tras la muerte del último heredero Barrientos en los años 80.
Muchas historias se tejen a raíz de esta familia y por supuesto de su casa. Cuentan por ejemplo que ellos mismos hicieron un juramento de no tener heredero alguno para que nadie se quedase con su fortuna. Después de varios pleitos legales y falsos testamentos, la casa Barrientos entro en el olvido, convirtiéndose en “hotel para habitantes de calle” y por supuesto un nicho de historias.
Narran que se escuchan relinchos de caballos, que hubo guacas con la fortuna de la familia, que se escucha a los hermanos Barrientos que gimen y lloran o que se ven espectros por las ventanas.
Hoy en día alejado de la ruina y con una gran reforma gracias a la intervención de la alcaldía municipal y con ayuda de Comfenalco y de la Fundación Ferrocarril de Antioquia, se fundó la Casa de la Lectura Infantil, y aunque ahora tiene otro aspecto menos terrorífico no falta quien la conozca como: “la casa embrujada”.
En conclusión, los mitos fomentan la cultura y la reconstrucción de la historia en las distintas regiones, no por nada se relatan en edificios, museos, cementerios o casas, es por esto que los mitos son nómadas que viajan de un lado a otro dejando siempre una historia por contar.
Mariana Arango Trujillo.