Foto: Santiago Márquez /Revista Medellín, la Eterna Primavera
Suena y se lee en voz alta lo que parece ser una voz en off y también los labios medio tambalean.
El resultado es una frase medio rítmica con cadencia; “la autoestima, mía, mía, solo mía”. Aunque la acompaña un pronombre posesivo en primera persona reiteradas ocasiones, haciendo alusión a una construcción individual, de tinte egoísta, la autoestima de algún modo resulta ser una construcción social.
Existe una complicidad entre el yo y los demás, hasta se relaciona con la identidad. Marchamos a este mundo; sí, se puede interpretar como incoherencia y abandono, pero después del parto renunciamos a un templo maternal para enfrentar lo desconocido.
Arribamos a un mundo infestado de estándares, prejuicios, imaginarios y lineamientos, a cargo de personas que tienen complejos y cicatrices. Quizás los primeros calificativos que recibe un recién nacido son: “Tan bonito, tan tierno, tan grande, tan alentado, se parece a la mamá y al papá”. Pocas veces alguien se enviste de crudeza y frivolidad para desatar un comentario en contravía de la belleza de nacer, hablándolo en términos estéticos.
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Foto: Carlos Peláez /Revista Medellín, la Eterna Primavera
Desde que somos niños absorbemos el concepto de belleza que la sociedad transmite, a través de los juguetes, los medios de comunicación y la aprobación de separar lo bello de lo feo. Los muñecos y muñecas implícitamente contribuyen a elaborar esquemas mentales de aprobación y rechazo respecto a la composición del cuerpo, el color de piel y el estilo del cabello.
No obstante, se reduce a una mirada superficial. La belleza inclusive corresponde a la manera de observar, percibir y pensar el mundo que nos rodea. La misma sociedad, a consecuencia del folklore, determina sutilmente e impone el pensamiento de lo que es atractivo.
En ese orden de ideas las personas, siendo niños, inician la elaboración de su autopercepción. Una construcción mental que reúne con el paso de los años tres preguntas de carácter existencial: ¿Quién soy? ¿Cómo soy? ¿Cómo me siento? Más allá de las respuestas, resolver las dudas a estos interrogantes manifiesta la imagen y percepción a nivel físico y psicológico. La formación de la autopercepción se teje con el pasar del tiempo, hay puntos de quiebre, evoluciones y cuando se logra estabilizar se puede vislumbrar de una manera más concreta el autoconcepto.
Modelo: Sandra López
Blusa y falda: Adrissa https://adrissa.com.co
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Foto: Carlos Peláez /Revista Medellín, la Eterna Primavera
En efecto permite mayor armonía con las personas, situaciones, facilita la aceptación y da lugar a una autoestima equilibrada. De ello se desprenden los cimientos emocionales que poseen las personas que van tras la búsqueda de la autorrealización y proyección personal. La autoestima posee dos aspectos fundamentales: la eficacia personal y la confianza. Ambos se enlazan con la capacidad de reconocer los intereses, las necesidades, las fortalezas y las debilidades que van encaminadas a un propósito; además posibilitan la inteligencia para confrontar los juicios enfocados a uno mismo, a nivel corporal, comportamental, social y psíquico.
De algún modo el aspecto corporal es una de las dimensiones de la autoestima que más afecta a las personas. No hay distinción de género ni de sexo. El hombre experimenta inseguridades al quitarse la ropa y exhibir el tejido adiposo, sienten miedo al estar desnudos; existe la fragilidad de que su ego sea mancillado por el tamaño de su miembro. Inclusive adquieren masa muscular para disminuir la fragilidad que provoca una estatura baja, una alopecia prematura o rasgos faciales que producen sentimientos de inferioridad.
En el caso de las mujeres, históricamente se les ha atribuido que son las únicas que poseen complejos físicos, las únicas que se confrontan y desvanecen al dirigir la mirada frente a un espejo.
Modelo: Sandra López
Blusa y jean: Adrissa https://adrissa.com.co
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Foto: Santiago Márquez /Revista Medellín, la Eterna Primavera
La proyección de la silueta se desvanece como la arena de sílice antes de convertirse en crista ya sea por el consentimiento o desacuerdo que genere la exhortación de su arquetipo ante un retrato proyectado en un reflejo que esconde voces del pasado, presente, futuro, en el sentido de lo estéticamente aceptable.
El beneplácito de tener en armonía el cuerpo con la mente es una construcción diaria, no son conceptos aislados. La autoestima en las personas es una sintonía y equilibrio de lo corpóreo y la psique. Siendo el yelmo que impide la penetración de flechas y vainazos de la filosofía de una sociedad inmersa en lo plástico, lo líquido, en una estadística de 90-60-90, en donde el 60 se puede alterar, puede ir a la derecha o la izquierda.
Jeison López
8 de mayo, día de la madre