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Sin lugar a duda, abordar la sexualidad en la niñez resulta ser todavía uno de los retos más grandes de los padres en la actualidad, debido al desconocimiento y los imaginarios populares que giran alrededor de esta, encasillando su enseñanza a cierta etapa o edad. Sin embargo, inconscientemente los progenitores dan las primeras pinceladas referentes al tema en el periodo de gestación en el momento de enterarse del sexo del bebé, debido a que al inicio utilizan un lenguaje neutro de comunicación, pero una vez tienen la certeza de su género, asumen posiciones más directas en el trato y la categorización a través de los estímulos prenatales, la elección de ropa, juguetes, implementos de aseo, entre otros.
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Aquí se aprecia cómo el sexo y género del niño modifica los pensamientos de los padres hacia la persona que viene en camino, dependiendo de las percepciones sociales que se tiene de lo masculino y femenino en el ejercicio de roles, comportamientos, funciones y atributos.
En contraste con lo anterior, el funcionamiento de la sexualidad está alineado con las siguientes dimensiones: la biológica, psicológica y social. Predominando al inicio de la sexualidad el periodo de dependencia sobre el individual. Debido al acompañamiento y participación de los padres de familia en el desarrollo de esta.
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Al nacer el niño se puede apreciar una de las manifestaciones iniciales de la sexualidad en el ser humano; el erotismo. Evidenciándose al instante de experimentar algunas sensaciones corporales a través del bienestar y placer que le proporciona succionar el pezón de la madre en la búsqueda de alimento. Además de saciar su apetito, los bebés sienten deleite al tener contacto físico estrecho con su madre, sostener miradas, caricias y probar las emociones que le provocan la implementación de los sentidos, permitiéndole conocer impresiones de grado y rechazo. Dicho brevemente, desde una postura psicoanalítica y evolutiva, la primera experiencia sexual que tienen las personas es el producto de la relación entre madre e hijo.
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Por otro lado, los niños continúan vivenciando su sexualidad a través de los vínculos afectivos, siendo vital la influencia que tienen los padres sobre ellos. Puesto que la manifestación afectiva les proporciona seguridad y bienestar al relacionarse y comunicarse con los demás. Inclusive si se encuentra en una edad que no ha desarrollado el habla, donde las gesticulaciones muestran señales de aprobación y negación. Conviene subrayar que en esta fase los infantes absorben en gran medida el aprendizaje mediante la observación, denominado también como aprendizaje vicario, cognitivo social o modelado. Podemos añadir que puede haber otras dos manifestaciones de la sexualidad, vista a grandes rasgos; la que está relacionada con el género y la reproducción.
En la primera, los niños tienen la curiosidad de saber cuáles son las diferencias entre el hombre y la mujer, sienten fascinación por explorar su propio cuerpo, examinan el de los demás, quieren imitar la ropa que utilizan sus progenitores y en ocasiones llegar a utilizar la ropa del sexo opuesto.
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Asimismo, en la manifestación de la reproducción los niños realizan acciones que tienen que ver con el funcionamiento de una pareja, inician los juegos de roles relacionados con tener una familia y ejecutan preguntas sobre la causa y el origen de los nacimientos. No solo en las personas, sino en los animales. Según esto, la sexualidad debe mirarse de una manera universal. Siendo necesario hacer una pausa reflexiva y definir su concepto, entendiéndola como: “el conjunto de manifestaciones fisiológicas, anatómicas, psicológicas, afectivas y sociales del ser humano; que incluye al sexo, al género, al erotismo, a la vinculación afectiva y la reproducción”
Hecha la salvedad, a continuación, se mencionarán las fases del desarrollo psicosexual en la niñez; fase oral, fase anal, fase fálica, periodo de latencia y la fase genital.
Para empezar, la fase oral transcurre del 0 mes a los 2 años de edad y el lívido lo genera la saciedad del alimento al tener contacto con el seno de la madre, introducir sus dedos y objetos a la boca. Predominando la excitación de los labios, la cavidad bucal y el instinto de autoconservación al cubrir el hambre.
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La fase anal se ubica entre los 2 y los 4 años de edad. El deseo sexual se concentra alrededor de la zona anal, debido que los niños sienten placer al expulsar y retener las heces. Generándole bienestar cuando sus padres le cambian el pañal o la ropa sucia y más tarde perciben la aprobación o rechazo de sus progenitores en concordancia al dominio de sus esfínteres. La fase fálica comprende los 3 y 5 años, los niños asocian el sexo y el género casi exclusivamente a los genitales, tienen curiosidad por saber las diferencias del hombre y la mujer. Es común que aparezca el conflicto epídico, donde los niños experimentan un amor más intenso hacia su madre y ven a los padres con matices de rivalidad. La fase de latencia se inicia a los 6 años, disminuye la curiosidad y exploración sexual, en consecuencia, que los niños canalizan la energía sexual para desarrollar diferentes actividades y el pudor comienza a aparecer de acuerdo a las normas morales que le han establecido a lo largo de los años.
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Finalmente, la fase genital, es una etapa que aparece en la pubertad y el niño que está en dirección a la adolescencia tiene mayor construcción e identidad de su área sexual. Ubicándonos en la adolescencia, no corresponde exclusivamente a los cambios corporales que ya conocemos, sino también al desarrollo psicológico, social y endocrino. En el desarrollo psicológico y social, los adolescentes tienden a ser influenciados por los estándares que impone la sociedad en general, en cuanto al aspecto físico y el área comportamental, edificando su autoconcepto principalmente en su figura corporal, altamente relacionado con la evolución de la autoestima.
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Más tarde, a medida que desarrolla un espíritu crítico y reflexivo a cerca de sus propios pensamientos, deseos y experiencias, comparando su transcurso de vida con los demás pares, aparece la autoaceptación. Generalmente acompañada de altibajos, debido que, el ser humano es reiterativo en los conflictos internos y complejos a lo largo de la vida. Para terminar, el desarrollo endocrino cumple un papel trascendental en la adolescencia, antes de cualquier evolución corporal manifiesta en lo físico, el sistema endocrino es el causante de una serie de cambios que son producidos por una serie de segregación de sustancias que dan origen a las hormonas que prevalecen en el hombre y la mujer en el desarrollo y la actividad sexual; la testosterona y el estrógeno.
Jeison Steven López Londoño.